
José María Álvarez-Pallete, presidente saliente de Telefónica, lleva a gala el título de telefónico desde hace ahora 26 años, más de la cuarta parte de la historia centenaria de una de las compañías de telecomunicaciones más relevantes de Europa y Latinoamérica. En su postrero y doloroso servicio a la compañía destaca la disposición del presidente de la teleco para facilitar la transición de la mejor manera para el grupo. Formar parte de la solución y nunca de los problemas le animó este sábado a aceptar la sorpresiva voluntad de los primeros accionistas, liderados por el Gobierno, con el respaldo de Criteria y Saudi Telecom. Tiempo habrá, y será más pronto que tarde, para asomarse a las bambalinas de una decisión cocinada en Moncloa, con una injerencia que dejó de ser sorpresa cuando a finales de 2023, el Consejo de Ministros dio alas a la Sepi para irrumpir en el capital de la teleco.
De la mano de Álvarez-Pallete, y a lo largo de los casi nueve últimos años de presidencia, Telefónica ha logrado reinventarse con la innovación en el rumbo, en un aventura trepidante desde lo analógico a lo digital, desde la voz a los datos y desde el cobre a la fibra óptica enriquecida con inteligencia artificial. Por medio se han sucedido pandemias, brexits, terremotos, guerras, crisis energéticas, colapsos de modelos tradicionales aplastados por la globalización, así como la polarización global, la irrupción de nuevos enemigos públicos como la desinformación, los riesgos éticos de los algoritmos y hasta caprichosos vetos de Bruselas a transacciones corporativas valoradas en 14.000 millones (como la venta de O2 a Hutchison). De hecho, Álvarez-Pallete supo convertir esa madrugadora adversidad, encontrada de sopetón nada más asumir la presidencia de Telefónica, en una oportunidad para crear la empresa de telecomunicaciones más admirada del Reino Unido.
Ahora bien, la fotografía de la compañía, desde el último ejercicio completo de su antecesor en el puesto, César Alierta, arroja datos favorables se mire donde se mire excepto en la bolsa, asignatura igualmente pendiente por parte de los principales operadores de telecomunicaciones de Europa. De hecho, el sector vale ahora una tercera parte de lo que capitalizaba en 2010, todo ello agravado con la rivalidad directa no solo de las mayores empresas del mundo, sino también de los reguladores llamados a preservar el juego justo en la industria.
Los disgustos de Telefónica en el parqué han merecido los continuos desvelos de su primer ejecutivo, tarea en la que Álvarez-Pallete ha dedicado energía, tiempo y recursos con un mensaje claro: intentar convencer a los mercados de que Telefónica valía muchísimo más de lo que cotizaba. No ha dejado una tecla sin tocar, incluidos planes estratégicos, desinversiones poco rentables, clamores en los desiertos de los reguladores europeos y ofensiva tenaz para sanear los balances.
La deuda heredada en 2015 alcanzaba los 55.000 millones, una magnitud que Álvarez-Pallete ha reducido exactamente a la mitad, ahora acomodada en los 27.349 millones actuales. Para valorar ese esfuerzo conviene ponderar que la inversión acumulada en ese periodo superó los 71.500 millones en un negocio y con inversiones corporativas tasadas en 95.000 millones.
La generación de caja acumulada de 40.000 millones ha permitido los casi 20.000 millones de euros repartidos en dividendos y recompra de acciones, así como a un incremento del patrimonio neto del grupo en más de 6.000 millones de euros. Pero todo lo anterior se ha realizado con el camino cuesta arriba. Solo en los trece últimos años, y mientras la economía española crecía un 38%, los ingresos del conjunto de los operadores españoles de telecomunicaciones descendían el 38%, mientras aumentaban en parecido porcentaje los servicios de ancha fija y móviles que demandaban los usuarios.
Telefónica ha hecho los deberes mucho antes que sus iguales europeos, que ahora se enfrentan a la migración del cable a la fibra, al tiempo que despliegan el 5G y rentabilizan el 4G. El crecimiento del tráfico de datos es infrenable y extenuante para los más débiles, que no es el caso de Telefónica como lo dejó de manifiesto durante los peores meses del Covid-19, cuando la teleco y sus competidores salvaron la vida económica y emocional del país gracias a la solidez de sus conexiones.
En 2015, la información que transitaba por la red de Telefónica rozaba los 17 millones de Terabytes, frente a los más de 150 millones actuales. La teleco está preparada para atender las necesidades de digitalización de la sociedad y con más de tres millones de kilómetros de fibra, con super banda ancha móvil accesible a la población desde 78.000 estaciones base.
En su despedida como presidente, Álvarez-Pallete ha reconocido como "un privilegio ser parte de la gran familia Telefónica. Ha sido mi casa y mi escuela. Juntos hemos convertido lo imposible en posible. Gracias por cada paso que hemos avanzado juntos y gracias por haber creído en mí. Una vez telefónico, siempre telefónico".