
Pocos presidentes americanos logran dejar su huella en la economía, pero Trump lleva camino de batir un nuevo récord al conseguirlo sólo en unas semanas. Después de anunciar aranceles para Canadá y México y de luego suspenderlos durante 30 días, el lunes atacó las importaciones de acero y aluminio y el jueves a Europa por aplicar el IVA. Sus asesores dicen que la nueva ronda de aranceles es "estratégica" y no una moneda de cambio como los de Canadá y México. Pocos alcanzan a comprender, sin embargo, en qué consiste la estrategia de Trump y empiezan a alzarse muchas voces que advierten de que uno de los mayores perjudicados serán los estadounidenses.
Trump ya puso en marzo de 2018 aranceles del 25% al acero y del 10% al aluminio con el pretexto de proteger la seguridad nacional durante su primer mandato. Veamos cuales fueron sus consecuencias. Entonces, como ahora, las importaciones de metales provenían de Canadá, México, Europa, Corea del Sur y Japón, todos aliados y amigos. Pero el presidente lo justificó para impulsar la producción nacional, aunque en realidad ésta había subido a causa de la desregulación y la reforma fiscal de 2011.
Una de las principales víctimas, como en esta ocasión, fue la industria del automóvil, por el encarecimiento de las materias primas. Ford calculó que los aranceles le habían restado 750 millones de dólares en beneficios netos en 2018, por lo que redujo las bonificaciones a sus trabajadores, y GM recortó su resultado neto en 1.000 millones.
Los gigantes del acero y del aluminio ganaron mucho más dinero al principio, pero después se vieron obligados a recortar plantillas, por la caída de la demanda. Algunos países tomaron represalias. Una marca tan emblemática como Harley-Davidson se tuvo que trasladar su producción a Tailandia para evitar los aranceles europeos.
Como consecuencia de esta guerra comercial, Trump se vio forzado a renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y acabó eximiendo de los impuestos fronterizos a Canadá y a México, mientras que con Europa firmó un acuerdo parecido, que expira en marzo.
El proteccionismo ya fracasó en su primer mandato. ¿Por qué vuelve a intentarlo ahora?
En líneas generales, los aranceles restaron competitividad global a los fabricantes estadounidenses y provocaron represalias que perjudicaron a sus empresas. El empleo en el sector de bienes duraderos comenzó a bajar a principios de 2019, lo que se trasladó a la demanda de acero y aluminio y a la mano de obra, que cayó en 35.000 trabajadores.
¿Por qué si no funcionó en su primero mandato, Trump insiste sus políticas proteccionistas? Las empresas de acero y aluminio revivieron su edad de oro después de la pandemia, pero su demanda volvió a caer por las exigencias regulatorias del presidente Biden y el encarecimiento de la financiación a causa de la subida de los tipos de interés. La utilización de su capacidad de producción ha vuelto al 70%, el nivel de 2016.
Los fabricantes americanos culpan de sus males a las importaciones, que han recortado los precios. Sin embargo, el coste del acero es alrededor del 50% más caro que antes de la pandemia y el del aluminio, un tercio. Las acciones de ambos sectores subieron entre el 5 y el 18% tras el anuncio de Trump, en previsión de mayores beneficios.
En paralelo, las empresas afrontan un alza de los costes laborales. La inmigración, en gran parte ilegal, contribuyó significativamente al crecimiento del empleo e impulsó las ventas. Pero la llegada de inmigrantes se desaceleró drásticamente el año pasado y se ha parado en seco con Trump.
Según el Instituto de Política Migratoria, a mediados de 2023 había 13,7 millones de inmigrantes no autorizados en Estados Unidos, lo que equivale a alrededor del 4% de la población total del país. Algunas empresas están ya notando como las deportaciones podrían encarecer su fuerza laboral, en una economía con pleno empleo, como ya pasó después del Brexit en el Reino Unido.
En el ámbito energético, la elección de Trump generó expectativa de un auge de la inversión, impulsado por energía barata, desregulación, impuestos bajos y relocalización. El día después de su investidura, algunas de las empresas más destacados en tecnología anunciaron el proyecto Stargate para invertir hasta medio billón de dólares en infraestructura de Inteligencia Artificial (IA), basado en un abaratamiento del gas natural. Pero la rebaja masiva de precios del gas y del petróleo se hace esperar. De momento, están en el mismo nivel que cuando accedió a la Casa Blanca, La rebaja de la factura energética, además, es uno de los factores con el que pretende combatir la inflación.
El exconsejero ejecutivo del BCE, José Manuel Gonzalez-Paramo, pronosticó esta semana en el Foro Bundesbank, que los tipos de interés americanos ya no bajarán más. El presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, aseguró este miércoles en el Congreso, que "la Fed puede tomarse su tiempo para decidir cuándo y si baja las tasas de interés". Algunos expertos comienzan a hablar incluso de un repunte.
El entusiasmo en el mundo empresarial generado por la llegada de Trump y el fin de las bajadas de las tasas está fortaleciendo el dólar, que puede alcanzar la paridad con el euro. El billete verde se revaloriza el 7% frente a las divisas más importantes desde septiembre. Sólo la marcha atrás en los aranceles frente a México y Canadá le hizo retroceder levemente. Los aranceles retrospectivos a Europa animarán su cotización frente al euro. El movimiento alcista empieza a pasar también factura a las importaciones europeas, que se encarecerán. La inflación importada frenará el recorte de las tasas de interés en el Viejo Continente.
En pocas semanas, la Administración Trump tomó medidas para recortar personal. Miles de funcionarios han renunciado. Elon Musk desmanteló la USAID, una agencia de 10.000 personas y 44.000 millones de dólares de gasto. Pese a la repercusión mediatiza, su presupuesto equivale a menos del 1% del gasto federal. Es poco probable que los recortes anunciados hasta ahora tengan un impacto significativo. Los mayores recortes serían 880.000 millones del programa de salud Medicaid para personas de renta baja.
Trump necesita los aranceles para prorrogar la bajada de los impuestos, en vigor desde 2017
La prueba del nueve de la Administración Trump está en la rebaja de impuestos. La Heritage Foundation, que respalda sus políticas, calcula que la extensión de la Ley de Empleos y Reducción de Impuestos (TCJA), puesta en marcha en 2017, durante su primera etapa, disminuirá los ingresos federales en 4,2 billones en la próxima década. Algunos congresistas elevan a 5,5 billones los ingresos necesarios, si se tiene en cuenta que habrá que financiar la lucha contra la inmigración y el Ejército.
El plan republicano, que se someterá a votación en el Comité Presupuestario de la Cámara, prevé un mínimo de 1,5 billones de dólares en recortes de gastos en una década y un máximo de 4,5 billones de dólares en rebajas de impuestos. ¿Cómo se cubre el gap de 3 billones entre recortes y gastos?
La gran baza son los aranceles, según Heritage. Un arancel universal del 10% recaudaría unos dos billones. Si la tasa media fuera del 20%, se lograría unos 3,3 billones, lo que junto al recorte del gasto público le permitirá compensar la pérdida de ingresos por la rebaja de impuestos, pero aún quedarían las nuevas necesidades de financiación. Además, nadie calcula el dañaría infligido a su economía y las represalias de sus socios, como ocurrió en 2018. Europa tiene un déficit de 110.000 millones en servicios tecnológicos con EEUU.
Las cuentas no cuadran. El déficit, cercano al 7% anual, seguirá desbocado. El comité de Presupuestos votará incrementar en cuatro billones el límite de la deuda federal para los próximos dos años. Con todos estos elementos en danza, escasez de mano de obra, factura energética cara y fortaleza del dólar, los expertos apuntan a un alza de precios, (la inflación subyacente está ya en el 3,3%) y un recorte del crecimiento. "Esto no le viene bien a la economía. Se va a ver en el medio plazo", remata Páramo.
El peor parado será el consumidor. Un arancel universal del 20% aumentaría los impuestos a los hogares estadounidenses en más de 2.000 dólares, que se detraerán del consumo. A Trump le importa poco. Ya veremos quién ríe el último.
PD.-El Gobierno hace descarrilar la venta de Talgo a la polaca Pesa, pese a que cumple todos los requisitos: capacidad industrial, sinergias en productos y un mercado ideal, el del Este europeo. Sacrifica el futuro de Talgo para mantener la españolidad de la mano de Sidenor, un industrial experimentado, pero sin conocimiento del sector y sin capital para crecer. Seguimos empeñados en crear campeones nacionales en vez de europeos.