¿Qué son los bonos, cómo invertir en ellos y qué tipos hay?

  • Características de los bonos como activos de inversión en apps de trading
  • Diferencias entre los bonos del Estado y bonos corporativos
  • Descubre cómo invertir en títulos de deuda
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Los productos de renta fija gozan de una gran popularidad entre los inversores por su bajo riesgo, puesto que con ellos tanto la devolución del importe prestado como los posibles intereses pactados están asegurados. Algunos usuarios los utilizan para diversificar sus carteras y compensar el riesgo que les supone tener en ellas activos financieros como acciones o criptomonedas, mientras que otros, con un perfil más conservador, apuestan por ellos de forma mayoritaria como fórmula para obtener rentabilidad a largo plazo sin exponer su dinero a muchos peligros.

Dentro de los productos de renta fija podemos encontrar dos grandes categorías: los instrumentos bancarios como los depósitos a plazo fijo o las cuentas remuneradas, y la deuda pública y privada. Dentro de estos últimos, los más atractivos para los inversores suelen ser los bonos del Estado y los bonos corporativos, tanto por su plazo como por la rentabilidad que ofrecen. En este artículo vamos a explicar qué son los bonos, cuáles son sus ventajas y riesgos, cómo adquirirlos, cuáles son las mejores plataformas para comprarlos y responderemos a las preguntas más frecuentes de los usuarios sobre ellos, entre otros aspectos.

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¿Qué son los bonos?

Los bonos, ya sean del Estado o corporativos, son una fórmula de financiación a gran escala que utilizan las organizaciones públicas y privadas para conseguir el dinero que necesitan para desarrollar su actividad a cambio de ofrecer intereses por ese capital que les han prestado. En este sentido, su funcionamiento es similar al de un crédito, sólo que en lugar de un banco, los prestamistas son muchos usuarios particulares que dejan sus ahorros para obtener rentabilidad por ellos a medio y largo plazo.

Los bonos son una alternativa que manejan los Estados y las grandes empresas para conseguir importantes sumas de dinero sin tener que recurrir a entidades bancarias. El capital que las organizaciones reciben mediante esta fórmula se considera a todos los efectos un préstamo, y el título de deuda que entregan a los particulares que han prestado sus ahorros es un contrato en el que se estipulan, entre otras cosas, el plazo y la fórmula de devolución de los fondos.

Sin embargo, los bonos guardan una importante diferencia con los préstamos: sus emisores no pagan a los particulares cuotas mensuales como ocurre con los créditos de la banca. Con estos instrumentos de deuda los abonos se realizan mediante dos fórmulas que se complementan: los intereses generados se entregan en liquidaciones regulares, normalmente trimestrales, semestrales o anuales, que reciben el nombre de cupones, mientras que el monto total del capital prestado se le devuelve al inversor en la fecha de vencimiento.

Así pues, si un usuario compra bonos por valor de 10.000 euros con un cupón del 5% anual, recibirá cada año 500 euros en concepto de intereses y sus 10.000 euros de vuelta cuando llegue la fecha de vencimiento. Y esos 500 euros le serán entregados, en función de si los cupones son anuales, semestrales o trimestrales, en un solo pago, en dos de 250 euros o en cuatro de 125 euros.

Dado que el plazo de los bonos del Estado suele ser de entre tres y cinco años, y el de los bonos corporativos puede llegar hasta los doce años, el inversor debe tener en cuenta que no va a poder disponer del capital que haya utilizado para adquirir esos títulos de deuda en todo ese tiempo, sólo recibirá sus cupones periódicamente. Por eso, es importante dedicar a estos instrumentos exclusivamente dinero que sepa que no va a necesitar al menos hasta la fecha de vencimiento.

No obstante, los propietarios de bonos del Estado o corporativos tienen la opción de venderlos antes de tiempo en el mercado secundario, que actúa de una forma parecida a la bolsa: en él, el valor de los títulos de deuda sube o baja en función de distintos factores como la oferta o la demanda que haya de ellos. Esto implica mayores riesgos para la inversión del usuario, puesto que aquí la cantidad de reembolso puede no ser ya la que se pagó: al estar sometido a las leyes del mercado, el precio del instrumento puede haber subido o bajado y, por lo tanto, se podrían tener pérdidas al optar por traspasarlos.

Principales características de los bonos

- Su riesgo es de moderado a bajo, porque la entidad emisora, el Estado o la empresa, está obligada a pagar los cupones y devolver el capital prestado en el tiempo y forma establecidos en ese bono.

- Ofrecen pagos periódicos de sus intereses en forma de cupones.

- Inmovilizan el capital que se invierte en ellos hasta la fecha de vencimiento del bono, momento en el que le es restituido a su propietario. No obstante, se puede acudir al mercado secundario para comprarlos y venderlos.

- Se pueden adquirir en las subastas públicas del Tesoro Público, a través de entidades bancarias o brókers.

- Los bonos se clasifican en función de su mayor o menor riesgo, siendo los más seguros los AAA y los más peligrosos los C.

- Se pueden utilizar para conseguir ganancias tanto de renta fija, adquiriéndolos y manteniéndolos hasta la fecha de vencimiento, como especulando con su precio en el mercado secundario.

- En el caso de los bonos del Estado, la cantidad mínima que se puede invertir es 1.000 euros, y para cifras superiores la compra tendrá que ser siempre múltiplo de 1.000.

Tipos de bonos: del Estado o corporativos

En los apartados anteriores hemos mencionado en varias ocasiones los bonos del Estado y los bonos corporativos, productos muy similares que englobamos dentro de la misma definición de bonos porque comparten muchas características esenciales, pero que también guardan diferencias significativas que conviene que el usuario conozca para decidir si le interesa más invertir en unos u otros.

Los bonos del Estado son títulos de deuda pública, es decir, emitidos por naciones soberanas como España, Francia, Alemania o los Estados Unidos para conseguir grandes sumas de dinero de particulares con el objetivo de financiar determinados gastos gubernamentales. Estos instrumentos son emitidos por los bancos centrales de esos países y se pueden comprar tanto a través de estos organismos como mediante intermediarios autorizados como bancos o brókers.

La principal ventaja de los bonos del Estado es su bajo riesgo. El mayor peligro al que se enfrentan los inversores de deuda, pública y privada, es que el emisor no disponga de fondos suficientes como para pagar los cupones o afrontar la devolución del dinero que le han prestado cuando llegue la fecha de vencimiento, y es muy difícil que un país sea insolvente. Esa mayor seguridad, como ocurre en todos los productos financieros, se traduce en una menor rentabilidad frente a los bonos corporativos, que son más arriesgados porque es mucho más probable que una compañía se declare en bancarrota.

Otras características propias de los bonos del Estado frente a los corporativos son que su plazo de vencimiento es de tres o cinco años y que sólo se puede invertir en ellos por múltiplos de 1.000 euros, siendo la cantidad mínima para comprarlos 1.000 euros.

Los bonos corporativos, por su parte, son títulos de deuda privada que emiten las grandes empresas como alternativa de financiación a otras vías que también utilizan estas organizaciones como los préstamos bancarios o la salida a bolsa. En estos casos los interesados en adquirirlos deben acudir a un intermediario autorizado, un banco o un bróker, porque no es posible adquirirlos directamente como ocurre con los bonos del Estado.

Los bonos corporativos suelen ser más rentables que los del Estado porque el riesgo que asume su inversor es mayor, ya que las empresas están mucho más expuestas a los vaivenes económicos y es posible que no puedan hacer frente a los pagos de su deuda en algún momento. En este caso los plazos suelen oscilar entre los tres y los doce años, y el precio mínimo también puede variar.

Los bonos del Estado y los bonos corporativos son los dos instrumentos de este tipo más populares y extendidos, pero también existen otros bonos menos comunes como los que emiten otros órganos estatales como los gobiernos regionales.

Ventajas de invertir en bonos

- Son instrumentos de riesgo bajo o moderado: tanto la devolución del valor nominal del bono (su precio de compra) como el pago de los cupones está garantizado, aunque existe el peligro de que el emisor no pueda hacer frente a sus deudas, algo que no suele ser común, en especial en los títulos gubernamentales. Pero, por muy remota que sea, es una posibilidad que se debe tener en cuenta.

- Generan ingresos pasivos estables de forma periódica: en función del bono, cada tres o seis meses o una vez al año.

- Permiten al inversor diversificar su cartera con un producto de renta fija sin muchas complicaciones.

- Ofrecen la posibilidad tanto de conseguir ingresos fijos, con los cupones, como especulando con la evolución de su valor en el mercado secundario.

- Es un mercado accesible: existen múltiples opciones para adquirir tanto bonos del Estado como corporativos.

- Hay mucha información disponible sobre los bonos.

- Comisiones bajas o, en algunos casos, inexistentes.

- En el caso de los bonos del Estado, permiten invertir en el desarrollo de un país, pues con el dinero obtenido mediante estos títulos de deuda pública se financian todo tipo de gastos estatales como la construcción de infraestructuras o ayudas y subvenciones.

Desventajas de invertir en bonos

- Su rentabilidad es modesta si se los compara con activos financieros como las acciones o las criptomonedas. En determinados momentos incluso ofrecen menos beneficios que los productos de renta fija bancarios como los depósitos a plazo fijo o las cuentas de ahorro.

- Inmovilizan el capital de inversor hasta su fecha de vencimiento. Sí es posible venderlos antes en el mercado secundario, pero en este caso su valor puede haber cambiado, estar por debajo del importe de reembolso y, por lo tanto, su propietario perderá dinero.

- Riesgo de inflación al ser instrumentos a medio y largo plazo que inmovilizan el dinero, es posible que el precio de los productos de consumo crezca de forma generalizada en ese periodo por encima del valor del cupón del bono, de tal manera que el usuario estaría perdiendo poder adquisitivo a pesar de conseguir rentabilidad.

- Hay mucha información sobre ellos, pero bastante técnica, lo que puede hacerlos difíciles de entender para inversores con poca experiencia.

- El proceso de alta para la compra de bonos del Estado puede ser algo engorroso.

¿Cómo invertir en bonos del Estado y en bonos corporativos?

Tanto los bonos del Estado como los bonos corporativos se pueden comprar a través de intermediarios autorizados como los bancos o los brókers, pero los primeros, los que emite España, también se pueden adquirir directamente en las subastas del Tesoro Público. Cada forma de adquirirlos tiene sus ventajas y sus desventajas, y a continuación vamos a desgranarlas.

Algunos bancos ofrecen la posibilidad a sus clientes de comprar por ellos bonos del Estado y corporativos. En el primer caso, profesionales de la entidad acuden a la subasta pública que celebra el Tesoro Público para emitirlos y lo adquieren en nombre del usuario. En el caso de los títulos de deuda privada, el proceso es similar pero no necesariamente a través de una subasta.

Los bancos que trabajan con bonos normalmente ofrecen la posibilidad de comprarlos cuando se emiten, mientras que para adquirirlos en el mercado secundario, es decir, de particulares que ya los compraron en esa primera emisión y quieren venderlos antes de la fecha de vencimiento, lo habitual es acudir a un bróker de productos financieros.

Las ventajas de utilizar brókers o los bancos para comprar bonos del Estado y corporativos son la sencillez y la flexibilidad: el usuario puede dar la orden y no tener que preocuparse de nada más, pues el intermediario se encargará de todo. Asimismo, puede comunicarle en cualquier momento que quiere venderlo al precio que marque el mercado en ese momento, y será la entidad la que se encargue de colocarlo. Esto último es particularmente útil si el inversor también opera con otros activos financieros, como los ETF o las acciones, en la misma plataforma, pues podrá hacerlo todo en un solo sitio sin complicaciones.

Por contra, la principal desventaja de los intermediarios son los mayores costes: se trata de empresas que se dedican a prestar servicios financieros y, por lo tanto, cobrarán tarifas y comisiones por encargarse de la compra o de la venta de los títulos de deuda. Otro aspecto negativo, en el caso de que se compren los bonos en el mercado secundario, es que su precio de adquisición puede ser más alto que su valor nominal (es decir, el del reembolso en la fecha de vencimiento) y por lo tanto se podría perder dinero.

Los bonos del Estado, además de a través de intermediarios, se pueden adquirir directamente en las subastas del Tesoro Público. Para acceder a ellas, el usuario tiene dos opciones: acudir a una sucursal del Banco de España con cita previa, abrir en ella una cuenta directa (donde se almacenarán los títulos de deuda pública comprados) y suscribirse a la próxima subasta; o a través de la web del Tesoro Público, en el apartado Compra y Venta de Valores, para lo que será necesario disponer de un certificado digital. En esta plataforma se le solicitará al usuario que realice una serie de trámites, como abrir una cuenta directa, para poder acceder a los instrumentos.

La principal ventaja de invertir en bonos del Estado directamente a través de las subastas del Tesoro Público es que el usuario no tendrá que pagar nada a ningún intermediario, por lo que ahorrará costes. Y la principal desventaja es que tendrá que hacerlo todo por su cuenta, por lo que deberá dedicar más tiempo a esta inversión y aprender a utilizar la plataforma de compraventa de deuda pública.

Por último, también es posible invertir en bonos del Estado y bonos corporativos de forma indirecta a través de fondos de inversión como los ETF (exchange-traded funds). En estos casos el usuario no adquiere un bono como tal, sino una participación en un fondo conjunto compuesto por multitud de títulos de deuda pública o privada.

Con los ETF de bonos, el usuario no tiene un control tan directo sobre su inversión ni se asegura el retorno de todo el dinero que le costó comprar la participación, pues estos fondos de inversión cotizados están sometidos a las leyes del mercado y sus precios pueden variar considerablemente a lo largo del tiempo. Asimismo, tienen costes adicionales porque están administrados por sociedades gestoras que se encargan de todo el trabajo (comprar, vender, investigar el mercado en busca de buenas oportunidades, repartir los cupones, etc.) y cobran por sus servicios.

Pero también tienen ventajas considerables respecto a la adquisición directa de bonos del Estado y bonos corporativos. Para empezar, el precio de sus participaciones suele ser más económico que el de adquisición de cualquier bono, y además algunos brókers permiten comprar fracciones de estos, por lo que es posible operar con ellos desde muy pocos euros. Asimismo, están gestionados por profesionales cuyo objetivo es conseguir la máxima rentabilidad para los participantes del ETF, por lo que es posible conseguir más ganancias con menos esfuerzo que con la inversión directa en bonos.

¿Es arriesgado invertir en bonos?

Tanto los bonos del Estado como los bonos corporativos se consideran productos de riesgo moderado o bajo, pero en función del tipo título de deuda que se elija, y la forma de invertir en ellos, el usuario podría enfrentarse a más o menos peligros.

Invertir en bonos del Estado de forma directa, es decir, adquiriendo los títulos de deuda pública, y no a través de ETF, es probablemente la forma más segura de operar con estos instrumentos. Fundamentalmente porque están respaldados por un país, que difícilmente tendrá problemas de solvencia y podrá pagar los cupones y devolver el capital al usuario sin problemas. Pero ni siquiera esta fórmula está totalmente exenta de riesgos.

Probablemente, uno de los mayores riesgos de invertir en bonos del Estado es el de la inflación: que el precio de los productos de consumo suba de forma generalizada, encareciendo los costes de vida, y se sitúe por encima del valor de los cupones de los títulos de deuda pública. Porque, de este modo, el usuario perderá poder adquisitivo a pesar de generar rentabilidad al no poder retirar su dinero para dedicarlo a inversiones que sí batan la inflación.

Además, si el usuario quiere deshacerse de sus bonos del Estado en el mercado secundario al darse esa situación, se puede encontrar con que su valor ha caído bastante porque, en general, cuando sube la inflación los bancos centrales incrementan sus tasas de interés para tratar de frenar la escalada de los precios. Y con las tasas de interés también suben los cupones de los nuevos títulos de deuda pública que se emitan, por lo que los anteriores con una rentabilidad más baja pierden mucho atractivo y, en consecuencia, su cotización cae.

La posible dificultad para vender los bonos cuyos cupones han dejado de ser atractivos es otro de los riesgos de invertir en títulos de deuda pública, y no sólo porque su valor baje, sino porque en algunos casos puede ser incluso imposible venderlo, y el usuario se verá obligado a quedarse con él.

Esos tres riesgos (inflación, pérdida de valor y dificultades para venderlos) de invertir en bonos del Estado son compartidos por los bonos corporativos, pero estos segundos, además, añaden un importante peligro más: el de insolvencia. Las empresas no tienen un respaldo económico tan contundente como los países, ni siquiera las más grandes, por lo que con sus títulos de deuda es más probable que se pueda dar una situación en la que el emisor, la compañía, no pueda pagar los cupones en algún momento o reembolsar la cantidad invertida a su propietario en la fecha de vencimiento.

Por otra parte, quienes inviertan en bonos a través de ETF se enfrentan a otros riesgos. Es cierto que con los fondos de inversión cotizados los peligros de invertir directamente en títulos de deuda pública y privada se reducen, porque se diversifica mucho más, ya que los ETF están compuestos por multitud de bonos. Además, tienen la ventaja de que están gestionados por profesionales que están atentos a todos los cambios que se produzcan en el mercado, por lo que es mucho más probable que se adelanten a circunstancias adversas que los particulares para asegurarse de que el instrumento sigue siendo rentable.

Sin embargo, los ETF de bonos están sometidos a los riesgos del mercado: son fondos de inversión que cotizan en bolsa, por lo que su valor puede caer si se dan situaciones adversas, como el aumento de la inflación o unas malas perspectivas de crecimiento del país o la región a la que pertenecen los títulos de deuda pública que los componen, o los resultados negativos o crisis de reputación de la empresa o empresas que los emitieron.

Por último, hay que destacar también el riesgo que corren quienes invierten en bonos del Estado y corporativos no como instrumentos de renta fija que mantener en cartera hasta su fecha de vencimiento, sino para especular con la evolución de su valor en el mercado secundario. En este caso, los títulos de deuda estarán sometidos a fluctuaciones, al igual que ocurre con los ETF y las acciones, y por lo tanto se podría incurrir en pérdidas.

Preguntas frecuentes sobre invertir en bonos

¿Qué diferencia hay entre la renta fija y la renta variable?

Los instrumentos como los bonos del Estado se consideran de renta fija porque aseguran al inversor tanto la restitución de los ahorros que utilizó para adquirirlos como el pago de unos intereses por prestar dinero al emisor, en este caso un país, pero lo mismo ocurre con los bonos corporativos.

Los productos de renta variable, en cambio, no aseguran nada al inversor, ni la restitución de su dinero ni la rentabilidad. Instrumentos de este tipo son las acciones, los ETF o las criptomonedas, entre otros. Con ellos el usuario especula con la evolución que cree que seguirá su precio, que si es al alza le reportará beneficios, pero también es probable que sea a la baja, por lo que tendrá pérdidas.

De esta forma, la renta variable es mucho más arriesgada que la renta fija, porque no asegura nada. Pero, como ocurre con la inmensa mayoría de los productos financieros, cuanto mayor es el peligro al que se expone el usuario, más altas son las perspectivas de beneficios, y ese es el principal atractivo de instrumentos como las acciones o los ETF: sí, se puede perder dinero, pero también se puede ganar mucho más que con los bonos.

¿Qué otros instrumentos de renta fija existen aparte de los bonos?

En lo que se refiere a la deuda pública, aparte de los bonos del Estado existen dos instrumentos más: las letras del Tesoro y las obligaciones del Estado. La principal diferencia entre los tres es su plazo: las letras se emiten a tres, seis, nueve y doce meses; los bonos a tres y cinco años; las obligaciones a quince, treinta y cincuenta años.

Otra diferencia importante es que las letras del Tesoro no ofrecen cupones, sino que los inversores las adquieren en subasta por debajo de su valor nominal, que es siempre de 1.000 euros, y la rentabilidad que consiguen es la diferencia entre el precio de compra y el de restitución.

En lo que se refiere a la deuda privada, existen los pagarés, que básicamente funcionan igual que las letras del Tesoro, y las obligaciones, muy parecidas a sus homónimas de deuda pública.

Por otra parte tenemos los productos bancarios de renta fija: los depósitos a plazo fijo, las cuentas remuneradas y las cuentas de ahorro. En este caso el usuario no adquiere nada, sino que los contrata e ingresa su dinero en ellos. Los depósitos tienen un funcionamiento similar a los bonos del Estado: su duración es limitada, normalmente de entre tres meses y cinco años, y ofrecen unos intereses estables que se pueden pagar de forma periódica o al vencimiento.

Las cuentas remuneradas y las cuentas de ahorro, en cambio, son de duración indeterminada y su rentabilidad no está garantizada, porque los bancos pueden modificarla unilateralmente si lo desean, pero a cambio permiten que su titular retire el dinero cuando quiera sin penalización y suelen pagar los intereses generados todos los meses.

¿Qué son los bonos verdes?

Los bonos verdes son un tipo de título de deuda, tanto pública como privada, que sus emisores utilizan exclusivamente para financiar proyectos sostenibles, como la inversión en energías renovables, la movilidad sostenible, la gestión de residuos, la preservación del medioambiente o luchar contra el cambio climático, entre otros.

¿Cómo tributan los bonos?

La rentabilidad generada por los bonos del Estado y los bonos corporativos a través de los cupones se considera rentas del ahorro, por lo que se debe reflejar en la declaración de la renta del ejercicio en el que se hayan obtenido y tributan de forma progresiva según el siguiente cuadro:

- Ganancias hasta 6.000 euros, un 19%

- Ganancias de entre 6.000 y 50.000 euros, un 21%

- Ganancias de entre 50.000 y 200.000 euros, un 23%

- Ganancias de entre 200.000 y 300.000 euros, un 27%

- Ganancias de más de 300.000 euros, un 28%